Behobia – San Sebastián

Dos municipios que cada segundo domingo de noviembre quedan unidos durante unas horas por una marea de atletas populares. En esta ocasión, algo más de 25.000 (la cifra oficial aún está por confirmar) consiguieron llegar de la localidad fronteriza hasta la capital Gipuzkoana dentro del tiempo de control.

Yo fui uno de ellos. Fue la novena vez que lo hice y la octava de forma consecutiva. Y esta es la historia de mi BSS2019.

La Behobia es una carrera que siempre me genera nervios. Es una carrera exigente, con un perfil ondulado que exige controlar muy bien los ritmos. Normalmente los nervios vienen la auto-exigencia de una marca determinada. En esta ocasión, los nervios venían por las dudas sobre mi capacidad para acabarla.

Desde que en la pasada Semana Santa me rompiera el cartílago y pasara por quirófano, no había rodado de manera continua más de 17,5 kilómetros. Fue hace unas semanas en un entrenamiento junto a Alazne Mujika. Nos salió una media de 5 min./km. Ese entrenamiento y el buen resultado en la Clásica 15k me cargaron de motivación para la Behobia.

Llevaba corriendo de manera regular desde julio e incluso había hech series a ritmos vivos con frecuencia. Casi todos los entrenamientos en el miniestadio. Las pruebas en asfalto me habían generado molestias. Tenía especial respeto por las bajadas (muy abundantes en la Behobia por otra parte).

Con estos antecedentes, me planté en Behobia sobre las 9 de la mañana junto a Xabi Vega. Hicimos tiempo en el Bar Enrique (a resguardo del frío) mientras nos poníamos al día hasta que salimos a trotar a modo de calentamiento.

En la parte final del calentamiento, ya cerca de la salida, me encontré con compañeros y compañeras a los que suelo ver en estas ocasiones. Se va acercando la hora de la salida (color Verde este año) y los nervios van en aumento. No tengo un plan claro aunque en los últimos días la idea de intentar hacer 1h30 (ritmo medio de 4:30) ronda mi cabeza.

A pesar de haber terminado la Clásica con un ritmo medio de 4:19, la Behobia son 5 kilómetros más y el perfil es mucho más complicado. Sin embargo, no me preocupa el ritmo sino cómo responderá la rodilla a 20 kilómetros de asfalto y a las prolongadas bajadas.

Comienza la carrera y van pasando los kilómetros. Me siento cómodo aunque, cada vez que el asfalto se inclina hacia abajo, me veo obligado a aflojar el ritmo. Los corredores me adelantan y me doy cuenta de que mi baza para hacer el tiempo deseado pasa por apretar en las subidas y en el llano. Y así lo hago, dando un respiro a la rodilla en cuanto la carretera se empina hacia arriba.

Paso la alfombrilla de los primeros 5 kilómetros (poco antes de empezar la subida a Gaintxurizketa) con un tiempo de 23:03 (ritmo medio de 4:37). Me encuentro muy bien de caja y de piernas (salvo las molestias de la rodilla) pero me tomo la subida con calma. Me encuentro con un ex-compañero de Máster que va en apuros y sigo con él hasta la cima. Pero llega la larga bajada… y tengo que frenar. No puedo seguirle.

El segundo parcial es el más duro y el más lento. Me voy hasta los 23:09 con un ritmo medio de 4:38. Estamos en Lintzirin y se acabó la bajada. Ahora viene un buen tramo o llano o en subida hasta el alto de Miracruz que me va a permitir rodar sin molestias. Así que decido arriesgar y apretar el ritmo.

En estas llegamos a escalerillas y al paso por el tercer parcial (kilómetro 15). Hago un tiempo de 22:48 en los 5 kilómetros, con un ritmo medio de 4:34. He mejorado pero estoy lejos del objetivo. Voy muy entero así que decido subir la apuesta y lanzarme a por el alto de Miracruz. Subo muy agusto, disfrutando de los ánimos del público y de correr ligero, con buenas sensaciones.

Ya sólo me queda un escollo, la bajada hasta la Avenida de Navarra. Aprieto los dientes porque voy muy entero y quiero ganar segundos. La rodilla se queja, bajo el ritmo aunque no tanto como en la anterior bajada. Acaba la bajada y me lanzo a por todas. Me voy encontrando cada vez mejor. La meta se acerca, sé que voy a acabar, ya no me duele la rodilla, nada puede pararme. Me veo cruzando una nueva línea de meta en el Boulevard. Sé que voy rápido, lo noto en mi respiración, que hasta el kilómetro 15 iba muy relajada.

21 minutos y 47 segundos invierto en el último 5.000, con un ritmo medio de 4:21. Cruzo la meta eufórico. Cruzo la meta con un tiempo de 1:30:47. Cruzo la meta muy lejos de mi mejor marca personal en esta prueba (más de 10 minutos por encima). Cruzo la meta habiendo disfrutado de esta carrera como nunca, corriendo en negativo y acabando fuerte. Cruzo la meta tras tres kilómetros a 4:11, 4:10 y 4:02.

El año que viene iremos a por la décima Behobia. Solo espero poder disfrutar tanto como en esta y poder encontrarme a al menos los mismos compañeros de viaje dentro de la carrera y en las cunetas (animando).

Os dejo la tabla resumen de tiempos y ritmos.

Nunca me habría imaginado diciendo para mis adentros, en plena carrera: «a ver cuándo llega la cuesta arriba para poder apretar«.

Los [temidos] 40

Publicado: 28 de agosto de 2019 en Viajar / Travel
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(La vida)

Los temidos 40…

Hace 15 o 20 años, pensar en los 40 suponía un ejercicio cercano a la ciencia ficción. Y sonaba a viejo. Con 20 – 25 años esa cifra se veía muy lejana en el tiempo.

Hace 9 años, cuando retomé la práctica del running, los 40 volvían a sonar lejos. En esta ocasión no hablaba de años sino de minutos. Y, en esta ocasión, deseaba alcanzarlos y ponía todo el empeño en ello. Una de las grandes barreras en el mundo de las carreras populares, bajar de 40 minutos en 10 kilómetros.

Cosas de la vida, los 40 años han llegado sin buscarlos y, de hecho, no habría podido hacer nada para evitarlo. Los 40 minutos, sin embargo, si no los hubiera buscado, no habrían llegado. La barrera cayó en 2013 y, poco a poco, fueron cayendo otras a medida que iba sumando años a mi mochila vital.

Hace 1 año cumplí los 40 (de los primeros). Los comencé con una bonita fiesta sorpresa. Por circunstancias de la vida, ahora mismo vuelvo a ver muy lejos los 40 (de los segundos). Una operación de rodilla me ha hecho bajar el ritmo corriendo pero no en el resto de quehaceres de la vida. Ahora vuelvo a la casilla de salida de hace 9 años para pelear por esos 40 minutos, a pocos minutos de abandonar los 40 años.

Los 40 años me han servido, entre otras cosas, para:

  • Crear mi primera empresa. datacy.
  • Ganar mi primera carrera. En compañía de Hoki Guerrero, compañera de muchas fatigas.
  • Sufrir mi primera intervención quirúrgica.

Además, he conocido un nuevo país (Jordania), he retomado contactos del pasado, he conocido a gente muy interesante y, sobre todo, he conectado muchos puntos (como decía Steve Jobs en su famoso discurso).

Creo que es un balance más que positivo para este año. ¿Podía haber sido mejor? Siempre, sin duda. Sobre todo, más acompañado. A por otros 40.


Última etapa de este apasionante viaje que nos ha permitido conocer un maravilloso país. Continuamos en Ammán y hoy haremos una nueva ruta circular con destino a Jerash.

Día 9: Amman –> Jerash –> Amman

Hoy nos desplazamos hacia el norte de Amman, hasta la encantadora ciudad de Jerash, situada a 52 kilómetros de la capital. Volveremos a Amman para recoger las maletas y dirigirnos al aeropuerto internacional de la Reina Alia.

Jerash o «Gerasa» es sin duda una de las ciudades romanas más hermosas y mejor conservadas en el Cercano Oriente, la ciudad de los 1.000 pilares.

Después de Petra, Jerash es el segundo destino turístico más visitado de Jordania. La antigua ciudad de Jerash puede situar con orgullo el comienzo de su ocupación por parte de los hombres hace más de 6.500 años. Conquistada por el general Pompeyo en el año 63 a. C., pasó bajo el control romano y se convirtió en una de las diez grandes ciudades romanas que componen la Confederación de Decápolis.

Llegamo a las inmediaciones de Jerash después de un viaje movidito fruto de las inclemencias meteorológicas. Llueve con fuerza, graniza e incluso cae aguanieve mientras circulamos en nuestra mini-van La temperatura exterior es de 5ºC. Vamos un poco desanimados porque el plan para Jerash es visitar ruina romanas y estas se encuentran al aire libre, claro.

Paramos a degustar unas delicias locales en un restaurante a la entrada del pueblo y, como por arte de magia, el cielo se abre y luce el sol. Nos las prometemos felices.

Tras un breve almuerzo, nos dirigimos al centro de visitantes y comenzamos nuestra visita no sin antes haber hecho acopio de paraguas: gracias al chofer que nos prestó 5 paraguas.

Nada más comenzar la visita, empieza a chispear y pronto la lluvia y el viento empiezan a arreciar. Los paraguas sirven de poco y nos refugiamos en un arco. Blanca, Sergio y la Rubia deciden volverse al centro de visitantes mientras que Diego, la Ama, el guía y Yo continuamos. Enseguida nos damos cuenta de que no es buena idea y Diego y Yo nos volvemos. No sin pena, puesto que lo que se adivina es ciertamente prometedor. De vuelta, nos mojamos mucho (sobra decir que mi ritmo con la rodilla escayolada no es como para echar cohetes).

La Ama tarda un rato en volver y llega empapada. Nos tomamos algo caliente y volvemos al coche para regresar a Amman y visitar la Ciudadela (si el tiempo lo permite).

Desgraciadamente, no para de llover así que nos tenemos que conformar con una visita desde el coche. Otra espinita que, junto con la del desierto, nos queda clavada y nos brinda una nueva «excusa» para regresar a Jordania.

En mi primer entrada sobre este viaje, os decía que:

Antes de iniciar el viaje familiar a Jordania, cuando pensaba en este país de oriente medio, me venían a la cabeza dos conceptos: Petra y mar muerto.

Ahora, unas semanas después de concluirlo, me vienen palabras como: acogedor, llevadero, viajable, monumental,…

Me ha llamado la atención el escaso valor que le dan a los detalles. Puede que sea por necesidad o puede que sea por gusto o simplemente por una valoración de lo práctico:

  • Las casas, con ojos de alguien que vive en Europa, están inacabadas (forjados a la vista para ¿un futuro piso superior?).
  • Las carreteras de dos carriles, son en la práctica carreteras de tres carriles. Si el que va se echa a un lado y el que viene de frente al otro, en medio cabe un tercer vehículo.
  • Las aceras están a medio construir.
  • El tráfico es caótico y desordenado (pero no hemos visto apenas accidentes). Se puede hacer un cambio de sentido prácticamente en cualquier sitio. Esto mismo me llamó la atención en Bali, por cierto.

No quiero acabar el relato sin una pequeña reflexión: un país en el que «gracias» se dice «شكرا—šukran» y «azúcar» se dice «sukkar» no puede ser un país cualquiera. Podéis pinchar en los enlaces para escuchar las pronunciaciones.

¡Hasta pronto!


El viaje va llegando a su fin. En lo que nos queda, nuestra base estará en Ammán, la capital Jordana.

Día 8: Amman –> Castillos del desierto –> Amman

Como tenemos base en Ammán para 3 días, haremos rutas circulares. La primera, la de hoy, nos llevará a visitar algunos de lso cerca de 20 castillos del desierto.

ruta circular para visitar los castillos del desierto

Los castillos se construyeron entre los siglos VII y VIII bajo los califas de los omeyas, quienes hicieron de Damasco su nueva capital en 661.

La mayoría de los castillos se encuentran en la antigua ruta comercial hacia Medina y Kufa. Los castillos del desierto de Jordania son hermosos ejemplos tanto del arte como de la arquitectura islámica primitiva. Sus finos mosaicos y frescos, tallas de piedra y estuco están inspiradas en la mejor arquitectura persa y greco: las tradiciones romanas.

Llamados castillos debido a su imponente estatua, los complejos del desierto en realidad sirvieron para varios propósitos, como estaciones de caravanas, centros de comercio, pabellones de complejos turísticos y puestos de avanzada que ayudaron a los gobernantes lejanos a forjar lazos con los beduinos locales.

Qasr Kharana, Amman Governorate, Jordania

El Qasr al-Jarana se encuentra a unos 60 km al sudeste de la capital, en medio de una llanura desértica, sobre una pequeña loma de 15 m de altura, cerca de la autopista 40, que une Ammán con Azraq. Es uno de los primeros castillos construidos por los omeyas en esta región, y aun así se encuentra muy bien conservado, destacando en medio de la estepa desértica con su forma cúbica, de cuatro lados y torres en las esquinas que no superan la altura de las paredes, además de torres semicirculares en el centro de cada fachada y una entrada única. Está hecho con piedras de arenisca unidas con mortero.

Qusair Amra, Al-Hurriyah St 230, Amman, Jordania

Es el más célebre de los castillos del desierto ubicados en lo que hoy es el este de Jordania. Fue construido a principios de siglo VIII, en algún momento entre 723 y 743, por Walid Ibn Yazid, el futuro califa omeya Walid II, en la época de expansión de la dominación islámica en esta región. Es uno de los ejemplos más notables del primer arte omeya y de la arquitectura islámica. Está considerado uno de los ejemplos más importantes del primer arte y la arquitectura islámicos.

El edificio es en realidad el resto de un complejo más grande que incluía un verdadero castillo, del que sólo quedan los cimientos. Lo que queda hoy es una pequeña cabaña de campo, que pretendía ser un retiro real, sin ninguna función militar. Destaca sobre todo por los frescos que quedan en los techos interiores, que representan, entre otros, a un grupo de gobernantes, caza, mujeres desnudas y, sobre una habitación de baño, una representación precisa del zodiaco. Esto ha llevado a la UNESCO a declararlo Patrimonio de la Humanidad, uno de los cinco del país.2​ Esta calificación, y su ubicación junto a la más grande autopista este-oeste de Jordania, relativamente cerca de Amán, hacen de este lugar uno de los principales lugares turísticos del país.

Qasr Al Azraq, Azraq, Jordania

El castillo de Qasr Al Azraq o simplemente Qasr Azraq, la «fortaleza azul» en árabe, está situado a unos 100 km al este de Ammán, en las afueras de la ciudad de Azraq.

Su valor estratégico se debe a un cercano oasis, la única fuente de agua en esta desértica región. Los romanos militarizaron este lugar por primera vez, y más tarde se construyó una mezquita. La construcción definitiva fue realizada por los mamelucos en el siglo XIII, explotando las canteras de basalto de la zona, con lo que el castillo tiene un aspecto mucho más oscuro que el resto de edificios cercanos.

Más tarde, fue usado por los otomanos durante su hegemonía sobre la región. Durante la Rebelión Árabe, T. E. Lawrence centró aquí sus operaciones entre 1917 y 1918.

Ya queda poco para terminar el viaje pero… ¡continuará!


Continuamos nuestro road trip particular por tierras jordanas, esta vez en dirección a Amman, la capital, previo paso por el Mar Muerto.

Día 7: Aqaba –> Mar Muerto –> Amman

Hoy tenemos un largo viaje por delante. Nos dirigimos de Sur a Norte con parada para comer y para «disfrutar» de las aguas del Mar Muerto.

Llegamos al Mar Muerto con el tiempo justo para comer antes de que cierren el restaurante del hotel. Cambio de ropa y a iniciar el descenso hasta la orilla del Mar Muerto. Teniendo en cuenta que voy con la rodilla escayolada y con un bastón de Trekking, toda una odisea.

En mi mente tenía grabada la icónica imagen de una persona tumbada boca arriba leyendo el periódico en el Mar Muerto…

Sin embargo, el agua estaba revuelta y había bastante ola en la playa del hotel así que un mini baño. La sensación de flotabilidad es brutal. Te echas hacia atrás y como si estuvieras sobre una tumbona. Eso sí, ojito con los ojos, que la sal escuece y mucho. Y con las heridas, por supuesto. Acabo de comprobar en Google que la salinidad del Mar Muerto ronda los 350 – 370 gramos por litro frente a los 35 gramos de un océano… Imaginaos meter 350 gramos de sal en una botella de un litro de agua.

Después del baño, un baño de barro en la orilla para dejar la piel suave suave. Aplicar barro a discreción y dejar que se seque al sol. Después hay duchas de agua dulce a pocos metros de la orilla.

Baño de barro

Todavía tuvimos un rato para disfrutar de las piscinas del hotel, del sol y de las vistas al Mar Muerto.

Panorámica del Mar Muerto desde el Dead Sea Hotel Spa

Llega el momento de retomar la carretera para volver a Amman, donde comenzó nuestro viaje y donde concluirá en unos días. Estamos cansados así que directos al hotel para deshacer maletas y bajar a cenar al restaurante.

El Mar Muerto es otra de esas experiencias que merecen ser realizadas al menos una vez en la vida. Os recomiendo llevar gafas de nadar/bucear para evitar que el agua os entre en los ojos.

Continuará


Continuamos nuestro road trip particular por tierras jordanas, esta vez en dirección a Aqaba, ciudad bañada por el mar rojo.

Día 4: Wadi Rum –> Aqaba

Amanece nublado por lo que tampoco podemos disfrutar de un espectacular amanecer en el desierto. La excursión en globo ya había sido cancelada la tarde pasada así que desayunamos y nos dirigimos al centro de visitantes para continuar nuestro viaje.

Hoy nos desplazamos hasta la ciudad de Aqaba, en el extremo Sur de Jordania, a orillas del Mar Rojo. Recorremos los apenas 64 kilómetros que separan ambos puntos en poco más de una hora con una parada incluida para comprar algún souvenir.

Acaba es una tranquila ciudad situada en el extremo Sur de Jordania y en el extremo Norte del Mar Rojo. Una enclave situado a escasos kilómetros de las fronteras con Israel, Egipto y Arabia Saudí. Además, cuenta con el único puerto marítimo de Jordania.

Aqaba, cruce de caminos

Llegamos a acaba para disfrutar de tres días de descanso después de Petra y de Wadi Rum y antes de Ammán.

Sol, playa, piscina y una agradable excursión en barco para ver la puesta de sol son nuestras ocupaciones durante estos días. La temperatura es agradable y el agua del mar es soportable.

Al segundo día, dos de los miembros del grupo se vuelven (tal y com estaba previsto) por lo que el grupo se reduce a 6.

Aqaba es un buen retiro para unos días de descanso sobre todo si viajáis con niños. Un bonito paréntesis entre tanta historia y tanta caminata.

Continuará


Continuamos con otro de los platos fuertes de nuestro viaje a Jordania, el desierto de Wadi Rum.

Día 3: Petra –> Wadi Rum

Hoy nos desplazaremos hasta el desierto de Wadi Rum, situado en el extremo Sur de Jordania. Personalmente, era lo que, a priori, más me atraía de todo el viaje. Ver anochecer y/ ver amanecer en el desierto era una cosa con la que soñaba desde que cerramos el viaje.

El trayecto desde Petra hasta el centro de visitantes de Wadi Rum es de 107 kilómetros y, desde el centro de visitantes hasta nuestro hotel situado en el área protegido de la reserva es de otros 10 kilómetros (estos los hicimos en vehículos todo terreno, la furgoneta no podía circular por el desierto).

Nada más llegar al centro de visitantes, montamos en un todo terreno tipo pick-up para nuestra visita guiada al desierto. Vamos en la caja del coche para admirar mejor los paisajes. En cuanto nos alejamos un poco del punto de encuentro, nos quedamos solos. Mires a donde mires, solo se ve arena e imponentes montañas.

Es un paisaje salvaje y hostil. La lluvia y la tormenta de arena deslucen la parte final de la visita y nos hacen temer lo peor de cara al paseo en globo del día siguiente.

Finalizada la excursión, comemos en una gran carpa en la zona no protegida del desierto y nos dirigimos al centro de visitantes desde donde nos conducirán a nuestro hotel-campamento. En este punto Omar nos confirma que la salida en globo se ha suspendido por las condiciones meteorológicas.

Una vez instalados en nuestras «martian tents» – una especie de iglús con la parte delantera transparente para poder ver el cielo estrellado – Diego y Yo fuimos a explorar una duna que teníamos enfrente del campamento. ¡Cómo engañan las distancias en el desierto! Parecía que estaba cerca y que era más bien bajita. Nos costó un buen rato ir y volver. Una vez de vuelta, nos juntamos todo el grupo y nos dirigimos a la gran carpa que hace las veces de comedor y de zona de recreo.

Una vez que cae la luz, no hay mucho que hacer en el desierto. Pasear resulta peligroso, las habitaciones no tienen televisión y la cobertura es ciertamente escasa e intermitente. Esto no es un problema en sí mismo pero sí es importante conocerlo para dejar los planes bien atados antes de entrar a la reserva. Así que llevaos un buen libro y a leer en el iglú bajo la luz de las estrellas. Como estaba el día nublado, no pudimos disfrutar del atardecer con el que tanto había soñado. Ya tenemos excusa para volver 🙂

No pudimos aprovechar el desierto al 100% pero sí pude corroborar el potencial que creía que tenía. Quizá sea el punto más negro del viaje. Era la etapa que más ilusión me hacía y es en la que más contratiempos nos hemos encontrado. Como he comentado antes, una excusa perfecta para volver a Jordania.

Continuará


Antes de iniciar el viaje familiar a Jordania, cuando pensaba en este país de oriente medio, me venían a la cabeza dos conceptos: Petra y mar muerto. Ahora, a unas cuantas hora de ponerle fin, se me ocurren unos cuantos más.

Pero vamos por el principio. Volamos desde Biarritz hasta Ammán con escala en París CDG. Aterrizamos en Ammán a medianoche y nos dirigimos al hotel para descansar. Al día siguiente comienza nuestro road trip por Jordania. 

Día 1: Ammán –> Petra

Desayuno, preparar maletas y a la furgoneta donde nos esperan el conductor y el guía. Hoy haremos noche en Petra y tenemos un interesante viaje por delante. El viaje es ameno ya que, a pesar de lo poco fluido y ordenado que es el tráfico, el guía no para de explicarnos cosas sobre Jordania y sobre las visitas que están por venir. Es un guía local (Omar) que habla un perfecto español.

Primera etapa

La primera parada es Madaba, una pequeña ciudad en el centro de Jordania, ubicada a 33 km al sur de Ammán. Era una importante estación cristiana primitiva en la ruta del peregrino desde Jerusalén hasta el Monte Nebo a través del río Jordán. Esta ciudad cuenta con muchas iglesias decoradas con mosaicos, de ahí su apodo de «Ciudad del mosaico«. Ahora está habitada por cristianos y musulmanes, un ejemplo de tolerancia religiosa entre cristianos y musulmanes en Jordania.

También se la conoce como la ubicación del «Mapa Madaba«, situado en la Iglesia de San Jorge, que se construyó en el siglo VI y muestra representaciones de Jerusalén y partes de Tierra Santa.

Después de la parada para la comida (en un restaurante de carretera muy apañado), nos dirijimos al castillo de Ash Shobak, conocido con el nombre de «krak de Montreal». Fue construido por los cruzados en 1115 en la cima de una colina y fue la principal fortaleza de Transjordania. Tras una ascensión por una empinada pendiente, se pueden visitar las ruinas, rodeadas por una soledad mineral absoluta, tan impresionantes que parecen fundirse en los estratos geológicos.

Como andamos bien de tiempo, Omar nos propone un cambio de planes, visitar la pequeña Petra esta tarde en lugar de mañana por la mañana y así dedicar el día de mañana a Petra. Aceptamos y nos dirigimos al «aperitivo antes del manjar» con la esperanza de llegar antes de las 18:00, hora de cierre. Llegamos a las 17:57 y nos dejan pasar. Como es la hora del cierre, apenas quedan visitantes y podemos disfrutar de la visita sin apenas personas. Sin saber lo que nos espera mañana, apenas nos adentramos 500 o 600 metros en el complejo, nos trasladamos al pasado. Todo un acierto.

Tras la visita a Little Petra, nos dirigimos al hotel Hyatt Zaman, situado en las montañas a 10 kilómetros del centro de visitantes de Petra. Un complejo que anteriormente era una antigua localidad llamada Taybeh y que ofrece impresionantes vistas a la cordillera de Sharah.

Cena en el restaurante del hotel (buen surtido de buffet con comida Árabe) y a la cama, que mañana espera un día duro.


Continuamos con uno de los platos fuertes de nuestro viaje a Jordania, Petra.

Día 2: Petra

Hoy apenas utilizaremos el transporte para dirijirnos del hotel al centro de visitantes de Petra y para volver al hotel. Llega uno de los platos fuertes del viaje, la visita a Petra.

La visita a Petra es un deleite para los sentidos y te transporta a otra época. Conviene prepararla de antemano (estudiar bien qué ver y dónde encontrar cada elemento) o ir acompañado de un buen guía. Si se hace «a lo loco», se pierde uno muchos detalles y matices de un sitio tan rico en historia y en historias. Muchas historias son leyendas y la predisposición de cada uno a empaparse de ellas marcará en gran medida el resultado de la visita.

Es imprescindible llevar un calzado cómodo (zapatilla deportiva o de trekking), gorra y agua. La visita puede realizarse a pie, en caballo (algún tramo), el carro tirado por caballos (algún tramo) y en burro (algún tramo). Nosotros optamos por el recorrido a pie y anduvimos unos 13 kilómetros.

Petra fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985. Visitamos la ciudad «Rosa-Roja» de Petra, construida por los árabes nabateos que excavaron sus tumbas monumentales, palacios, templos y tesorería de la piedra arenisca de la roca del desierto en sus tonos naturales de rosa y oro. El primer tramo que lleva hasta la entrada del impresionante desfiladero (Siq) puede realizarse en caballo (incluido con la entrada). Hasta aquí el paisaje es bastante normal, salpicado por alguna que otra tumba.

Entonces nos adentramos en el desfiladero (Siq), la calle principal de Petra, una garganta de 80 metros de profundidad y unos 1.200 metros de largo que conducen hasta el Tesoro, la joya más reconocible de Petra. El desfiladero es sencillamente impresionante, espectacular. No parábamos de mirar hacia arriba, a un lado y al otro a la vez que atendíamos las explicaciones Omar.

Poco antes de llegar al final del desfiladero, nos contó una interesante historia de un águila, sus ojos, que si la fé mueve montañas,… nos hizo caminar en fila india, darnos la vuelta, mirar hacia lo alto del desfiladero para ver el águila… Hasta que nos invitó a girarnos otra vez de cara al desfiladero y entonces lo vimos, el Tesoro de Petra.

El Tesoro es la imagen más icónica de Petra y donde más gente se concentra. Si vais por la mañana, os recomiendo parar tanto a la ida como a la vuelta, cuando el sol comienza a ponerse y los colores de las piedras van cambiando.

Una vez finalizado el desfiladero y tomadas las fotos de rigor en el Tesoro, el camino se abre y da paso a una amplia avenida, la calle de las fachadas, flanqueada por tumbas, cuevas, un teatro y el gran Templo, del que apenas quedan en pie unas cuantas columnas.

Al final del recorrido hay un par de restaurantes donde reponer fuerzas para el camino de vuelta y, para los más valientes, el Monasterio.

La subida al Monasterio comienza al final de la calle de las fachadas, una vez pasados los restaurantes. El amable piso duro de la calle de las fachadas se convierte en un camino de arena que enseguida se transforma en una tortuosa subida con cerca de 900 escaleras. La subida es dura pero el Monasterio bien la merece. De verdad, no os quedéis con las ganas de hacerlo. El esfuerzo (y el dolor de rodilla que me traje de recuerdo lo merecen). A diferencia del Tesoro, apenas había gente cuando llegamos al Monasterio y pudimos admirar esta majestuosa construcción tallada en la piedra.

Al bajar del Monasterio, llega el momento de desandar el camino andado para regresar al centro de visitantes. Podéis volver por vuestros pasos o tomar un camino a la izquierda que sube una pequeña colina y llega a las tumbas reales (recomendado). Tras ver las tumbas, bajamos hasta el Tesoro para hacer más fotos con la luz del atardecer y recorrer el desfiladero en sentido inverso.

Vaya día, unos 13 kilómetros caminados y muchas imágenes grabadas para siempre en la retina. Petra por sí misma ya merece un viaje a Jordania.


(Carreras populares – Millas por la Salud Salto Systems)

2 x 3 millas (pareja mixta)

Los quehaceres profesionales han relegado a un segundo (o tercero, o cuarto o quinto como comentaba con Hossain Kaanache el sábado) mi participación en carreras populares.

Tanto es así que, este año, a pesar de entrenar con regularidad, apenas me he puesto 3 dorsales (el segundo fue el de la semana pasada en Irún). La falta de un objetivo claro, la alimentación un poco descuidada y la cabeza en otro sitio han provocado que el rendimiento haya caído de manera natural.

Con estos antecedentes, Hoki Guerrero me animó a participar en la carrera de parejas y no me lo pensé dos veces. Me gustan las carreras mixtas y de relevos, es un aliciente extra. Y encima con Hoki, como para negarme.

Así que el domingo pasado nos plantamos en Irún para disfrutar de una buena mañana. Por si la compañía de Hoki no fuera suficiente, fuimos en el coche con el incombustible y probablemente recordman en alguna especialidad (aún sin saberlo), Romain Purro: marathonMan.

Mañana calurosa, entre primaveral y veraniega por el paseo de Colón de Irún. Un formato de carrera (vueltas a un circuito circular de una milla) que favorece la presencia de público.

La carrera

Al poco de salir, se hacen dos grupos y Hoki y Yo nos quedamos en el tercer grupo, detrás de la.primera pareja mixta. Antes del primer cambio de sentido, nos ponemos en cabeza y continuamos en esta posición hasta cruzar la meta. El formato también permite controlar a los rivales y dosificar fuerzas.

Fotografía de Javier Zatarain

Una gran experiencia compartir 3 millas con Hoki, a quién el público quiere y anima mucho.

Lo de hoy en los 10k de la media lo dejamos para otro día.

Ahora asegyir entrenando y a afinar el peso para los 10k de Hondarribia.

Gran organización del BAT y de Salto Systems.

¡Gracias por la camiseta, Norman Cuenca!

Mila Esker Hoki!